No lo había ensayado demasiado porque prefiero que salga natural. Me suele bastar con hacer la presentación yo mismo para acordarme de todas las diapositivas y saber llevar el hilo conductor, sin perder la espontaneidad.

Siempre me ha funcionado y siempre he subido al escenario con confianza, asegurándome que basta con dejarme llevar. Pero aquel día estaba especialmente nervioso, quizás por el honor de haber sido invitado por el equipo de La Transformateca o quizás por haberme visto las charlas que antecedieron a la mía y cuyo nivel de ponentes, puesta en escena y valor aportado me maravillaron.

Subí a la habitación a disfrazarme. Días antes había decidido que tenía que hacer notar mi marca personal así que encargué una camiseta rosa fucsia con mi nuevo logotipo en blanco. Americana gris ceniza sobre camiseta “corporativa” chillona… molas Vic, alcancé a decirme cuando me la probé días antes del evento.

Pero aquella tarde, en la soledad de la habitación de hotel, me sentí algo payaso. El nivel de inseguridad fue en aumento. Me cambié dos veces: que si, que no, que bajo sin pantalón, que si me ven asíiiii me tirarán un melón … 

¡Ey! ¡Coño! ¡Hola! No sabía que estabas ahí, jejejeje. Y yo aquí con mis cosas. ¿Cómo estás? Bien, ¿a que sí? ¡Me alegro un montón!

Yo también, gracias. Aquí, ya sabes, con muchas cosas, disfrutando de mi nueva vida de emprendedor y decidido a contarte cómo me fue la charla que di para el Tribucamp de Lifestyle al cuadrado y, por supuesto, mi creencia de que, como emprendedores, debemos pensar en construir equipo desde el momento 0.

En este post quiero contarte: las razones por las que solemos acometer con todas las tareas cuando emprendemos, el riesgo de auto-quemarnos en poco tiempo, cómo sin saberlo dinamitamos la idea por la que decidimos emprender y los retos que se nos plantean cuando nos damos cuenta de que hemos “plantao un pinico” con el tema.

Pero también quiero compartir contigo 10 claves para evitar ese círculo tan común, 10 puntos que, aunque no son los únicos, creo que todo emprendedor y toda emprendedora debería tener siempre en mente.

¿Me acompañas? (Recuerda que si no te interesa cómo me sentí, mi parte personal, sólo tienes que saltarte las partes en cursiva).

La historia de miedo (casi) más común del mundo del emprendimiento digital

Casi derrotado por la indecisión, a pocos minutos de empezar y aún en calzonzuelos, cogí el móvil y volví a leer tu mensaje: “a por ellos tigre” (con los respectivos emoticonos de risa). Recordé tu risa cuando te enseñé la presentación y tu “es bueno tu chiste del pricipio” y la duda se disipó. ¡Vamos!

Empecé la charla con la pregunta de ¿qué harías con 1.000 € / mes extras 3 meses antes de tu lanzamiento? y la gente empezó a bailar YMCA. Cosas raras del directo. Jejeje.

¿Sabes? La secuencia de sucesos que voy a contarte a continuación es muy común. Si hace tiempo que decidiste emprender, seguro que vas a ver tu imagen reflejada aquí. Si acabas de conseguirlo, créeme que lo más normal es que te pase.

El miedo nos lleva a negarnos esa vida mejor que buscamos

Por norma general, cuando decidimos emprender, lo hacemos porque queremos alejarnos de ese cliché “trabajo, sueldo, hipoteca, apuff”.

Nos seduce la idea de la libertad horaria, geográfica, autogestión, trabajar cuando queramos, en lo que nos gusta, tener tiempo para la familia y también para hacer deporte y por fin poner duro ese puñetero culete que por más que lo apretamos en las escaleras mecánicas del centro comercial el cabronis está para pintarlo de naranja y gelatina al canto. ¿Si o no?

Así que nos decimos: voy a emprender y en 6 meses abro nueces con un golpe gluteriano. O gluterino, según se mire. Ya me entiendes. Y ahí que nos lanzamos.

Pero tan pronto empezamos, afloran los miedos: al fracaso, a no ganar el suficiente dinero, a no vender lo necesario, a equivocarse y que vengan las críticas… a todo eso que puede empujarnos a recular (eh? Jajaja) y volver a nuestra vida anterior.

¿Y sabes qué ocurre cuando tenemos miedo? Que tendemos al control. Tendemos a sobreprotegernos, a controlar todo para que no se materialicen los miedos. Decidimos gastar (invertir) lo mínimo, nos formamos (más y más) en todas las áreas posibles, tratamos de hacerlo todo y trabajamos muy duro porque, bueno, por lo menos que no sea por haber estado disfrutando.

Así que el estrés empieza a cobrar más y más protagonismo, más y más presencia en nuestra vida, agotándonos y llevándonos a una sensación de frustración, soledad y cansancio. Y si, el culo se pone duro, porque se fusiona con una silla de despacho improvisado.

[piopialo vcboxed=»1″]Dejamos nuestra vida anterior en busca de una mejor pero el miedo a no alcanzarla nos conduce a una situación que es aún peor que la que hemos abandonado. Vaya verdad. ¿Te suena?[/piopialo]

Cuando nos damos cuenta, ya es muy tarde

Llegados a este punto nos damos cuenta de que lo hemos estado haciendo mal, que necesitamos ayuda y que debemos dejar atrás esa soberbia (puedo con todo) y esa falsa necesidad de hacerlo todo y gastar (invertir) lo mínimo.

Así que tomamos la decisión de pedir ayuda. Pero lo hacemos en un momento en que estamos en crisis, a tope de tareas pendientes, con un nivel mínimo de motivación y energía …

Necesitamos una solución rápida, pero, en serio, encontrar a la persona adecuada que pueda ayudarnos es algo que cuesta lo suyo. No es fácil.

Suponiendo que la encontremos, que no será a la primera, le asestamos (y de golpe) tres tortazos en plan Bud Spencer:

• Nuestro proyecto es un caos. Porque llevamos mucho tiempo “haciendo lo que podemos y con prisas”.
• No tenemos tiempo de enseñar. De hecho, no tenemos tiempo ni de hacer pis. Necesitamos que saque trabajo ya o esto se va a pique (y no el de Shakira).
• No sabemos delegar. Ah! Para nada. Llevamos mucho tiempo con la falsa paz que nos da el control, que nos da “lo estoy haciendo yo como se debe hacer”. Así que básicamente le decimos “haz pero infórmame y pregúntame a cada pasito que intentes dar”.

Esto es lo que te dirás: “Jo, vale, si estaba haciéndolo mal pero ahora he pedido ayuda y todavía es peor, porque he pasado de tener mucho estrés a tener mucho estrés, cuidar de alguien y gastar más … creo he esto no es para mí, he fracasado”.

Plas, otro proyecto al cementerio. Se conoce como morir de éxito y pasa mucho..

Hay esperanza para tu proyecto, al igual que para el mío

¡Venga! Sécate las lágrimas y sigue leyendo que no es para tanto. Bueno, sí, porque es una verdad como la copa de un pino pero también es cierto que se puede evitar, que para eso te estás tragando este mega-post… ¿Verdad?

Sigue leyendo, por favor. Tómate un descanso si quieres, pero vuelve con energía porque ahora sabes de qué va este post: de evitar que cometas un grave error que podría frenar tu éxito.

En honor a las series… pal próximo capítulo

Ahora salen anuncios, te quedas con la boca abierta y dices «que qué????». Mejor que sigue leyendo, deja tu opinión.

Como sabes, soy muy fan de las series. Mi preferida de “últimamente” es This is Us…

En fin, que he decidido (perdona si te joroba) dejarlo aquí hasta pasado mañana. Yo voy a seguir escribiendo el artículo (y haciendo unas gluteoflexiones) pero te dejo, para que puedas dejarme tu opinión, mientras escribo la esencia de construir equipo para emprender mejor.

¿Estarás pendiente del próximo post? ¿Si? Y, ¿qué me dices de este? ¿Te parece una situación muy exagerada o la has vivido en tus propias carnes? ¿Añadirías algo? ¿Qué te parece mi “look pa las conferencias”? Yo voy a preguntarle a Pelayo y tu … ¡cuenta, cuenta!